miércoles, 16 de diciembre de 2015

Recibe Triunfadela Premio de la Crítica en Cuba



El pasado 15 de diciembre se dieron a conocer los Premios Villanueva de la Crítica 2015, que reconocen a las mejores puestas de artes escénicas presentadas durante el año en escenarios Cubanos. El Ciervo Encantado resultó premiado con la obra Triunfadela, dirigida por Nelda Castillo y con actuación de Mariela Brito. 

Triunfadela, que se estrenó en febrero de 2015 y se ha presentado además en Nueva York y Miami, en los Estados Unidos y en Brasil,  recibió el pasado mes de octubre el Premio Hola, que otorga la Organización Hispana de Actores Latinos, concedido a Mariela Brito en la categoría Unipersonal, y  cuenta con dos nominaciones al Premio ACE, que otorga la Asociación de Cronistas de Espectáculos de Nueva York, para Nelda Castillo, en la categoría de Mejor Director(a) Visitante y a Mariela Brito en la categoría Unipersonal Femenino Más Destacado. 

martes, 15 de diciembre de 2015

Nominado El Ciervo Encantado a Premios ACE


La Asociación de Cronistas de Espectáculos de Nueva York, conocida internacionalmente por sus siglas ACE, dio a conocer los nominados en la categoría de Teatro para sus premios anuales, que serán entregados la noche del 26 de marzo de 2016, en el Kaufman Center, ubicado en el 268 West 67th Street, de la ciudad de Nueva York. 

Entre las nominaciones sobresale la de Nelda Castillo, en la categoría de Mejor Director(a) Visitante por su obra Triufadela y la de Mariela Brito en la categoría Unipersonal Femenino Más Destacado por la misma obra. 

El evento será dedicado a dos figuras relevantes del teatro hispano neoyorquino, Ricardo Barber y Ana Margarita Martínez Casado, quienes recibirán el máximo galardón que otorgan los cronistas de espectáculos radicados en Nueva York, el Premio Extraordinario ACE por Distinción y Mérito. 

En la Categoría de Teatro, los nombres de los ganadores serán anunciados el martes 12 de enero de 2016, ocasión en que se conocerán también los nombres de los ganadores en las otras categorías que cubre la ACE.

lunes, 14 de diciembre de 2015

Triunfadela



Por Habey Hechavarría Prado

Un performance plástico en escena, una representación de naturaleza posdramática, la lúcida escenificación de un previo y pertinente trabajo investigativo. Todo lo anterior y más define a Triunfadela, puesta en escena con la cual el grupo habanero El Ciervo Encantado conquistó por un día el Downtown de Miami. Después de su estreno en marzo y de varias presentaciones a lo largo del año, incluyendo las de New York donde obtuvo el Premio HOLA por la excelencia teatral, la función extraordinaria ocurrió el pasado jueves durante el evento CUBAAHORA, organizado por el Centro Cultural Español.

Allí se reunió una nutrida y entusiasta afluencia de espectadores para quienes los presupuestos del happening y las múltiples referencias cubanas del espectáculo no parecían extraños. La actriz premiada y el público que le aplaudió hasta el cansancio lograron una relajada complicidad e interacción performativa hasta convertirse en co-creadores de un espectáculo que no es la representación de un texto dramático sino una obra limítrofe entre las artes visuales y el teatro, un espacio de relaciones socioculturales. Por eso, lo siguiente ronda la percepción de un público visiblemente internacional ante una pieza provocadora en este entorno hispanoestadounidense del sureste urbano de la Florida.

Triunfadela, con la firma indiscutible de su directora Nelda Castillo, concentra un cúmulo de preocupaciones que van desde tópicos específicos de la cotidianidad en Cuba hasta problemáticas generales como la eficacia de ciertas construcciones ideológicas cuya hegemonía, de alguna manera, enorgullece en la misma medida que enceguece y enloquece. Lo muestra el personaje de la obra, que interpreta impecablemente Mariela Brito, aunque deja dudas acerca de su conducta delirante. ¿Es uno de los enajenados que recorren las calles dando voces e incorporando inimaginables identidades? ¿O es un antiguo dirigente administrativo o político que enloqueció al ritmo contradictorio de la sociedad cubana?

En cualquier caso, el personaje se define como un viejo “dirigente”, una de esas figurillas encartonadas del entramado comunista de las últimas seis décadas. Caricaturas de un guiñol proletario (aunque los “dirigentes” llegan a ser influyentes por su poder real), integran un molde del imaginario colectivo que se ha ido tipificando hasta el ridículo mediante la codificación de una manera de vestir, de hablar, de gesticular. Un porciento ostensible de la diversión alrededor del señalado tipo bufonesco procede de su imagen desmesurada, estrafalaria y harapienta: ropa verde olivo, botas raídas, un sombrero en forma de maceta invertida, una máscara dibujada en el rostro ocupado por una cuchara (signo guerrero y de payaso) que le cubre toda la nariz, y un enorme abultamiento abdominal del que salen dos tubos flexibles de albañilería que él asume como micrófonos. Esta construcción grotesca, típica de la estética de El Ciervo Encantado, remeda un pastiche del Sancho quijotizado, el Ubu Rey de Alfred Jarry y cualquiera de los esperpentos que inmortalizó Valle Inclán. Así de enano, monstruoso y magnífico luce este personaje compulsivamente perorante.

El dirigente, en su enajenación, no conversa ante los perplejos espectadores que participan de la asamblea, sino proclama con entonación reconocible pero no identificable un vago discurso, poblado de onomatopeyas y consignas absurdas sobre diversos desafíos sociales. El exaltado aire tribunicio de los agitadores que intentan elevar el espíritu de las masas hacia la falsa idea de una victoria segura, pretendía un impacto propagandístico, pero solo consiguió la hilaridad de los asistentes. El discurso vacuo proferido desde la típica tarima de los actos de reafirmación revolucionaria, rodeada de carteles con lemas en consonancia con su percepción ideologizada del mundo, produce a cada segundo un nuevo contraste con la más simple realidad que todos advierten menos el enfermizo orador.  

A pesar del atractivo formal y simbólico, el performance no descansa sobre el personaje, fruto de la indagación constante en la cultura cubana, una característica de esta compañía que durante veinte años ha protagonizado la vanguardia teatral de su país. El centro constructivo de la propuesta aprovecha la estructura ideal de la ritualidad revolucionaria. Dicha estructura comprende una presentación algo grandilocuente que enmarca el suceso, un discurso de orientación impartido por quien preside el evento, la actuación calculada de algunos participantes y termina con una votación por lo regular unánime de acuerdos o resultados previsibles. A ello, el espectáculo agregó la exhibición de Taller de Línea y 18, un brillante documental censurado durante décadas como su realizador Nicolás Guillén Landrián, fallecido en Miami tras 14 años de exilio. Los dos bloques dividen el espectáculo en zonas independientes y de alta calidad en sí mismas. La parte cinematográfica y la segunda teatral son afines a los actos sindicales. Además, la obra audiovisual sirve de preámbulo estético, cuasi verídico, a la ficción escénica y a una interacción posterior.

Después de la delirante alocución del dirigente, los espectadores desarrollan la dinámica participativa entre comentarios y alguna consigna tardía. El dirigente introduce a supuestos compañeros que piden la palabra a ambos lados de la pasarela formada por los asientos. Serán los mismos espectadores seleccionados al azar, y a quienes se le concede el extraño privilegio de leer sendos parlamentos escritos con el carácter obcecado del monólogo principal. Cada participante enfatizó e interpretó “su” texto con libertad, sin entender donde terminaba la invitación y comenzaba la imposición. El resto del público sumó sonrisas, risotadas, aplausos y vítores hasta crear el ambiente de aquella reunión real y satírica.

El cierre de la asamblea es un desfile en solitario con música altisonante que recuerda varios himnos de dudoso sentido patriótico. La parodia expresionista y surreal alcanza en este cuadro una carga emocional sorprendente dentro de una cultura saturada de marchas y concentraciones políticas. Era la preparación para el último cuadro. Al regresar a la tarima, el personaje geriátrico y psiquiátrico se congela en la posición arrebatadora a la cual ha recurrido muchas veces. Y en ese momento, con el puño levantado, comienza un proceso sutil de apagamiento al consumirse en su propia reafirmación. La imagen coincide con un paulatino descenso de la luz, recurso poco significativo hasta entonces. Por un segundo, y después de una hora, el juego actoral de ritmos, volúmenes y pausas, el diálogo entre múltiples discursos culturales y el aprovechamiento del tiempo dramático que somete el tiempo físico, revelan la madurez, coherencia y multilateralidad semántica de Triunfadela que, al terminar su derrotero dramatúrgico, todavía provoca en numerosos espectadores a sensación de que aquella divertida reunión artística pudo haber sido mucho más extensa.